Querida familia en Cristo,
Hoy, con el Miércoles de Ceniza, comenzamos el tiempo santo de la Cuaresma, un camino de conversión que nos prepara para la Pascua. La Iglesia, con su liturgia, nos ayuda a entrar en este espíritu: el color morado, la sobriedad del templo, la ausencia del Aleluya. Pero lo más importante es la conversión interior, el regreso sincero a Dios.
El rito de la ceniza, que hoy hemos recibido, nos recuerda nuestra fragilidad: “Recuerda que eres polvo y al polvo volverás” (Gn 3,19). No es una amenaza, sino una invitación a la humildad ya la confianza en Dios. Somos frágiles, pero no estamos solos. Dios, en su amor, nos llama a una vida nueva.
El Papa Francisco, en su mensaje para la Cuaresma 2025, nos recuerda que este tiempo es un "camino de libertad". No se trata solo de renunciar a cosas, sino de despojarnos de lo que nos esclaviza: el egoísmo, la indiferencia, la falta de amor. El Papa nos dice:
“La Cuaresma es el tiempo para dejar lo que nos impide caminar hacia Dios y hacia los hermanos. Es una oportunidad para redescubrir la alegría del Evangelio, para vivir con autenticidad la fe y para renovar nuestra vocación bautismal”.
Una llamada a la conversión verdadera
Por un lado, el profeta Joel nos exhorta con fuerza: "Convertíos a mí de todo corazón, con ayuno, con llantos y con lamentos” (Jl 2,12). Dios no quiere una conversión superficial, sino una transformación del corazón. Muchas veces reducimos la Cuaresma a “hacer sacrificios”, pero lo esencial es cambiar nuestro interior.
Y por otro, San Pablo nos dice: "En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios” (2 Cor 5,20). La reconciliación es el centro de la Cuaresma. Dios nos invita a dejar atrás el pecado ya acoger su amor. No podemos seguir postergando nuestra conversión. El tiempo de cambiar es hoy.
Pues bien, todo esto lo recoge el Papa Francisco y nos da la clave: “La conversión es volver a Dios, pero también volver a los hermanos. No hay verdadera penitencia sin amor al prójimo. No hay verdadera fe sin compromiso con los más pobres y frágiles”.
Esto nos interpela como parroquia. ¿Cómo vivimos esta Cuaresma en comunidad? ¿Cómo ayudamos a los que sufren?
El ayuno, la oración y la limosna: caminos de renovación
Jesús nos enseña tres prácticas esenciales en este tiempo, que aunque las sepamos, no está mal recordarlas:
“Ayunar no es solo privarse de algo, sino hacer espacio a Dios ya los demás. Es aprender a vivir con menos para que otros puedan vivir con dignidad”. Podemos preguntarnos: ¿De qué necesito ayunar? ¿Qué me impide acercarme a Dios y a los demás?
“En la oración, no somos nosotros quienes 'hacemos cosas' para Dios, sino Dios quien actúa en nosotros. En la oración, dejamos que el Señor transforme nuestro corazón”.
Como parroquia, podemos intensificar la oración con momentos de adoración los jueves en el Santísimo, con los viacrucis de los viernes, con las catequesis de los lunes…, y así, redescubrir la belleza del silencio ante Dios.
“La limosna es una respuesta concreta al amor de Dios. No es un gesto para tranquilizar nuestra conciencia, sino una forma de hacer presentar el Reino de Dios”. Preguntémonos: ¿A quién puedo ayudar en esta Cuaresma? ¿Cómo puedo vivir una caridad más auténtica?
Los enfermos: misioneros en la Cuaresma
Hoy queremos recordar especialmente a los enfermos. Ellos viven una Cuaresma permanente en su cuerpo y su corazón. Desde su fragilidad, son testigos del amor de Dios.
El Papa Francisco, que también atraviesa dificultades de salud, nos da un ejemplo de cómo vivir la enfermedad con fe. Nos dice:
“Los enfermos son el rostro sufriente de Cristo en el mundo. A ellos debemos acercarnos con ternura, acompañándolos con amor y oración”.
Querida comunidad, en esta Cuaresma, hagamos de nuestra parroquia un lugar de esperanza para los que sufren. Visitemos a los enfermos, sostengamos con nuestra oración a los que están solos, llevemos consuelo a quienes atraviesan momentos difíciles. Os invito especialmente a participar de la Charla sobre la “Salvifici Doloris” que tendrá como ponente a D. Justo Amado, responsable, precisamente, de los enfermos misioneros a nivel nacional de Obras Misionales Pontificias.
Un camino hacia la Pascua
La Cuaresma no es un tiempo triste, sino una preparación para la gran alegría de la Pascua. Dios nos llama a una vida nueva, a dejar atrás las tinieblas y caminar en la luz de Cristo.
No estamos solos en este camino. La Virgen María, que supo vivir con fidelidad su entrega a Dios, nos acompaña. Que ella nos ayude a vivir esta Cuaresma con un corazón sincero, para llegar a la Pascua renovada en la fe, la esperanza y la caridad.
Que el Señor bendiga nuestro caminar y nos conceda una santa Cuaresma.
D. Fernando J. Zapata Sanz
Párroco de El Salvador, La Roda.
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