Ya llega el fin de agosto, fin de las vacaciones para muchos y vuelta al trabajo. En la parroquia ya hay que ir preparando todo para este curso, buscar más catequistas, preparar actividades, grupos, horarios? Gracias a Dios cada año salen voluntarios para todo y las cosas, mejor/peor, salen. Hoy, para comenzar el curso quiero dar gracias a los últimos.
Cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga:
?Amigo, sube más arriba?.
Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales.
Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.
No me voy a referir a los últimos económicamente. Me voy a referir a los últimos de verdad. Esas personas que suelen quedarse los últimos para ver si pueden ayudar en algo. Es como cuando invitas a comer a alguien a casa y todos se marchan dejándote la cocina empantanada, pero una amiga se queda y te dice: ?Te ayudo a recoger?.
Esas personas que cuando acaba una reunión te ayudan a recoger las sillas, te traen los vasos sagrados al terminar la Misa, aparecen con una escoba cuando se han ido los invitados de una boda dejándote la entrada de la iglesia como un pequeño vertedero, los que apagan la luz de una sala cuando salen, los que recogen ese papel que está en el suelo ante la indiferencia de tantos. Esas cosas que nadie ve, pero Dio sí las ve. El que vive en la gratuidad de Dios, sin esperar nada más que la mirada de Dios.
Hijo, actúa con humildad en tus quehaceres, y te querrán más que al hombre generoso.
Cuanto más grande seas, más debes humillarte, y así alcanzarás el favor del Señor.
«Muchos son los altivos e ilustres, pero él revela sus secretos a los mansos»
Porque grande es el poder del Señor y es glorificado por los humildes.
Ojalá comencemos el curso desde la humildad. Y sé que es inútil pedir a alguien que sea humilde, pues cuanto más humilde se cree más soberbio es: pero comencemos desde la realidad. La mies es mucho, y los obreros pocos. Tenemos ante nosotros una tarea ingente, en todas partes del mundo y especialmente en este occidente que huye de Dios y lo desprecia. No existen métodos de evangelización infalibles, no vamos a descubrir la fórmula de llevar a los demás a Cristo. Lo que sabemos, como recordaba el Papa a los jóvenes, es que no debemos conformarnos con menos que la santidad. Y la santidad es hacer lo que Dios quiere en cada momento, aunque no luzca, aunque nadie lo vea, aunque nos desprecien ?los nuestros?. Todo en la Iglesia es servicio a Dios, no gloria humana.
Comencemos el curso con María, que ha mirado la humillación de su esclava, así podrá el Señor derribar del trono a los poderosos y enaltecer a los humildes.
Página web desarrollada con el sistema de Ecclesiared