Esta noche nacerá el Mesías. Hagamos nuestro el Canto de Zacarias: ?bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo?. Y Con el salmo responsorial ?cantaré eternamente tus misericordias, Señor?. En el comentario sobre el salmo 148, San Agustín, nos invita a hacer de nuestra vida una alabanza. ?Toda nuestra vida presente debe discurrir en la alabanza de Dios, porque en ella consistirá la alegría sempiterna de la vida futura; y nadie puede hacerse idóneo de la vida futura, si no se ejercita ahora en esta alabanza. Ahora, alabamos a Dios, pero también le rogamos. Nuestra alabanza incluye la alegría, la oración, el gemido. Es que se nos ha prometido algo que todavía no poseemos; y, porque es veraz el que lo ha prometido, nos alegramos por la esperanza; más, porque todavía no lo poseemos, gemimos por el deseo. Es cosa buena perseverar en este deseo, hasta que llegue lo prometido; entonces cesará el gemido y subsistirá únicamente la alabanza?. Que nuestro corazón se llene de gozo porque ?por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto?.
Benedicto XVI, en la Audiencia del 20-XII-2006, nos recordaba la importancia de lo que sucederá esta noche, pero que nos coger un tanto despistados: ?Hoy sabréis que vendrá el Señor y nos salvará y mañana contemplaréis su gloria? (Ex 16, 6-7). ?Pero la pregunta es: la humanidad de nuestro tiempo, ¿espera todavía un Salvador? Da la impresión de que muchos consideran que Dios es ajeno a sus intereses. Aparentemente no tienen necesidad de él, viven como si no existiera y, peor aún, como si fuera un ?obstáculo? que hay que quitar para poder realizarse. Seguramente también entre los creyentes algunos se dejan atraer por seductoras quimeras y desviar por doctrinas engañosas que proponen atajos ilusorios para alcanzar la felicidad (?) Ciertamente, falsos profetas siguen proponiendo una salvación ?barata?, que acaba siempre por provocar fuertes decepciones?. Por ello es decisivo que profeticemos como Zacarías diciéndole al mundo: Dios ha visitado y redimido a su pueblo, nos ha suscitado una fuerza de salvación, que nos librará de nuestros enemigos. Entre estos están la tristeza, la soledad, el desánimo, la muerte?
En el corazón de la noche vendrá por nosotros. Pero su deseo es también venir a nosotros, es decir, a habitar en el corazón de cada uno de nosotros. Para que esto sea posible, es indispensable que estemos disponibles. En la noche de Navidad detengámonos una vez más ante el belén para contemplar, maravillados, al ?Verbo hecho carne? y en nuestro corazón se renovarán, como cada año, sentimientos de alegría y de gratitud. A quien abre el corazón a este ?niño envuelto en pañales? y acostado ?en un pesebre? (cf. Lc 2, 12), él le brinda la posibilidad de mirar de un modo nuevo las realidades de cada día. Podrá gustar la fuerza de la fascinación interior del amor de Dios, que logra transformar en alegría incluso el dolor.
Madre nuestra, ayúdanos a ver lo que tus ojos ven al contemplar a tu Hijo recién nacido.
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