Querida Parroquia, en este sagrado tiempo de Adviento, se nos presenta la oportunidad de sumergirnos en las profundidades de la espera, la conversión y la esperanza que caracterizan este período litúrgico. Más allá de ser simplemente un recordatorio anual de la llegada de nuestro Salvador, el Adviento nos invita a vivir una experiencia transformadora que abarca nuestra memoria, nuestro presente y nuestra anticipación del futuro.
La Espera: Memoria y Súplica. La primera vela de la corona de Adviento nos lleva de vuelta al humilde pesebre de Belén. Nos sumergimos en la memoria de esa primera venida de Cristo, recordando la manifestación divina en nuestra carne mortal. Esta memoria no es solo un ejercicio histórico, sino una invitación a revivir la humildad divina que eligió nacer entre nosotros.
Al mismo tiempo, la segunda vela que encendemos nos lleva a la súplica. En la espera, no solo recordamos, sino que también elevamos nuestras súplicas al cielo, clamando por la venida del Señor. En este acto de humilde súplica, reconocemos nuestra necesidad de la luz divina en medio de las sombras de nuestras vidas.
La Conversión: Preparad un Camino al Señor. La llamada a la conversión resuena fuerte en el desierto de nuestras almas. Este desierto no es solo un espacio geográfico, sino el terreno árido de nuestros desiertos interiores, marcados por la pérdida de fe y la idolatría. Isaías y Juan Bautista, voces en el desierto, nos guían a través de un camino de conversión. Enderezar los senderos implica confrontar los desafíos internos que obstaculizan nuestro encuentro con Dios. En este tiempo de Adviento, somos llamados a apartarnos de los ídolos que hemos erigido en nuestras vidas y a allanar un camino para la llegada del Señor. La voz profética nos urge a reconsiderar nuestras prioridades y a preparar un espacio en nuestros corazones para la presencia divina.
La Esperanza Gozosa: Cielos Nuevos y Tierra Nueva. La esperanza se manifiesta en nuestra confianza en la promesa divina. Vivimos la expectativa alegre de que la salvación realizada por Cristo y las realidades de la gracia madurarán y alcanzarán su plenitud. La visión de unos cielos nuevos y una tierra nueva nos invita a anhelar la restauración completa de la creación y a abrazar la esperanza gozosa de que "seremos semejantes a Él, porque lo veremos tal cual es" (1 Jn 3, 2).
En esta segunda semana, nos sumergimos en las lecturas que nos instan a preparar un camino al Señor y a enderezar los senderos de nuestras vidas. El desierto, simbolizando nuestros desiertos interiores, se convierte en un lugar de encuentro con Dios. Isaías nos guía con palabras de consuelo y esperanza, recordándonos que, incluso en medio de la aridez, la gracia divina brota como un manantial.
Para vivir plenamente el Adviento en nuestro día a día, busquemos momentos concretos. Podemos dedicar tiempos diarios a la oración y la reflexión, examinando nuestra vida en la luz de la Palabra de Dios. ¿Cómo podemos enderezar nuestros caminos en el trabajo, en casa y en nuestras relaciones diarias? Os propongo acercaros el Jueves 14 a nuestra parroquia de El salvador para buscar la Gracia y el Perdón en el Sacramento de la Penitencia.
Y no perdamos de vista la alegría del tercer domingo de Adviento, conocido como Gaudete que irrumpe en medio de nuestra espera. Este domingo nos recuerda que la llegada del Salvador está cerca, y nuestra espera se tiñe de gozo anticipado. En medio de la penitencia, recordamos que el Señor viene con alegría, y esta conciencia transforma nuestra espera en un acto lleno de esperanza gozosa.
Que este Adviento sea para todos nosotros un tiempo de profunda reflexión, renovación y gozosa espera. Que, al preparar nuestros corazones y enderezar nuestros caminos, podamos experimentar la plenitud de la gracia divina en nuestras vidas.
Página web desarrollada con el sistema de Ecclesiared